Antonia Matos consiguió, con su propuesta, sacudir la pintura guatemalteca de los años treinta. Esta afirmación va de la mano del contundente esfuerzo de sus colegas masculinos por censurar su trabajo y llevarlo, al menos por unas cinco décadas, a la oscuridad absoluta. Ello muy a pesar de los logros que Antonia Matos, hasta 1934, había cosechado. Al final aquellos sucesos son muy vagos recuerdos y todos los artistas que participaron en la conspiración ni siquiera cuentan con obra que les represente en la historia del arte de la nación.
En Guatemala Matos fue sólidamente formada por tres artistas fundamentales: el español Justo de Gandarias y los chapines Agustín Iriarte (hacia 1917) y Rafael Rodríguez Padilla (desde1920). Con ellos se afianzó en los cánones académicos europeos que a su vez le servirían de base para entrar, por oposición, en la Escuela de Bellas Artes de París y graduarse de la misma con honores en 1933 y con una brillante perspectiva internacional para su carrera. En aquel momento ganó la primera, segunda y tercera medalla otorgadas por la academia.
El carácter expresionista de su pincelada, aunada a un rico y poroso empaste, reflejó matices de luces y sombra con los que consiguió crear una ilusión dérmica muy específica de expresiones únicas a su desnudo. Sus trabajos dejaban de lado el aspecto genital para enfocarse en la síntesis de la belleza. Esto, no importando su sexo.
Foto: Pieza emblemática de la colección MONESCO.
Guillermo Monsanto, Las pinturas de Antonia Matos, Guatemala (CATÁLOGO SUBASTA DE ARTE BAM XNOX CELEBRADA EN CIUDAD DE GUATEMALA 2012), 2012.