Habitada por los cuatro elementos, atravesada por pinceles desenterrados debajo de las entrañas de la tierra, desde donde surgen susurros de vestigios precolombinos y valores arquetípicos de mujeres sacerdotisas poderosas y flexibles, nacen ellas. Son mujeres que cobran vida a través de la mano de Lucía. Son metáforas de la fuerza que solo se conquista cuando hemos bajado y atravesado nuestro propio Xibalbá.
Desde un talento muy único, Lucía hunde las manos en el vientre de la tierra, para desde el color devolver cierto poder a la mujer a través de sus símbolos primitivos, prehispánicos y primordiales. Esta obra –que se expresa implacablemente según formas precisas, cromatismo, sensibilidad y rigurosidad- descansa en los territorios ancestrales, y el discurso gráfico-pictórico, evocador de mitos y magias, que vincula pasado y presente mesoamericano en un lenguaje muy propio de figuras arraigadas en los misterios precolombinos.
“La que atraviesa el fuego” o “Poderosa emplumada”, son acaso deidades, mujeres con tocados, que al atravesar el dolor, se conquistan a sí mismas y al universo. Mujeres cuyo poder está en la flexibilidad.
Estas Diosas nos cantan desde la fuente de la vida, recogen y recrean lo que de ella bulle, desde un soplo colorido nos alertan que detrás del gemido humano ha estado siempre la grandeza y el poder femenino entendido como la que se conoce a sí misma, quien controla su respiración y sus emociones. Es una apelación a la consciencia y abrazo de la vida femenina manifestando su poder engendrado en el vientre de la tierra.
Marcela Gereda
Fotografía: Selvin García